Ya lo advirtió Frank de la Jungla, pero nadie le hizo caso.
Se acabó el negocio para los monjes y los cuidadores del Templo del Tigre, una de las atracciones turísticas más populares de Tailandia. Las autoridades han decidido cerrarlo después de que los equipos del departamento de Conservación de Parques Naturales, que el lunes habían empezado a trasladar a los 147 tigres que se alojaban en el recinto de este templo, descubrieran ayer 40 crías muertas de esta especie de felinos. Un hallazgo que confirmaría las denuncias que las organizaciones defensoras de los animales han llevado a cabo durante años contra los monjes.
El macabro hallazgo de 40 cachorros de tigres congelados, un oso y varios cuernos de animales por parte de funcionarios del Gobierno tailandés fue ayer la puntilla que puso final al polémico proyecto del templo Pha Luang Ta Bua Yanasampanno, también conocido como el Templo del Tigre. Iniciativa que abrió sus puertas en el 2001 y que tenía como fin recoger fondos para proteger a esta especie en peligro de extinción.
El templo, situado en la provincia de Kanchanaburi, a unos 150 kilómetros al oeste de Bangkok, se había convertido desde el primer momento en un popular reclamo turístico. Mucha gente lo visitaba por formar parte de la excursión al famoso puente sobre el río Kwai, que construyeron los prisioneros de las tropas japonesas en la Segunda Guerra Mundial, y por el que pasaba el llamado Tren de la Muerte , una línea férrea que aun permanece activa. Y también desde un primer momento se vio envuelto en la polémica.
Las asociaciones defensoras de animales acusaron a los monjes y a los cuidadores de los tigres de maltratar y traficar con estos animales. Denuncia que el descubrimiento de ayer confirmaría.
Entre los cadáveres de los animales también se han encontrado recipientes con intestinos y otros órganos, que, de confirmarse que son recientes, apoyarían las acusaciones de los activistas. Los responsables del templo han negado durante años que maltraten o trafiquen con animales. Los tigres rescatados, algunos de los cuales no son autóctonos de Tailandia, serán trasladados a diferentes centros especializados en el país.
Conocido por ser un santuario que recibió su primer cachorro de tigre en 1999, rescatado de unos cazadores furtivos, y que abrió sus puertas en el 2001 con siete tigres, el Templo del Tigre siempre evitó el control de las autoridades. Sus monjes se escudaban detrás de la religión para esquivar inspecciones. La suerte, sin embargo, cambió cuando un juez de Kanchanaburi autorizó a las autoridades a entrar en el recinto. Una vez allí, los funcionarios del departamento de Conservación de Parques Naturales, constataron que el lugar no reunía las condiciones para albergar a los 147 tigres que contabilizaron y decidieron trasladarlos a unos centros especializados. No todos ellos estaban expuestos a las oleadas de turistas que diariamente visitaban el templo, pero sí contribuían al lucro de sus cuidadores.
Hasta el año pasado, la entrada al recinto costaba 500 baths (15 euros) y la firma conforme el Templo no era responsable de las lesiones que le pudiera causar el tigre. A partir de ahí, todo eran pagos añadidos. El turista podía hacerse una selfie sentado encima del animal, darle el biberón a un cachorro o pasear el tigre con un monje. A la hora de la verdad, sin embargo, cuando el cuidador acompañaba al turista ante el felino, éste parecía un enorme gato adormecido, como si estuviera sedado. Estado que el vigilante atribuía a que el animal acababa de comer y al adiestramiento de los monjes.
Hasta ayer, 50 felinos habían ido rescatados y ya no volverán a posar para ninguna selfie, ni su cuerpo será objeto de negocio. Se acabó el lucro para el Templo del Tigre.
